miércoles, 5 de abril de 2017

Destellos de inspiración

Esta semana he dejado pasar el lunes puesto que no había publicado en redes sociales el maravilloso evento del día 22 de marzo. Vuelvo a daros las gracias a todos los que me acompañasteis durante la presentación de mi primer libro y a los que mostrasteis vuestro cariño de diversas maneras. Sois maravillosos, sin vosotros nada de esto sería posible. Es debo mucho, muchísimo. De ahí que os reitere a todos de nuevo mi agradecimiento. Sois muy grandes.

Precisamente durante la presentación me preguntaron cómo había surgido el germen de El Guardián entre los mundos. Lo cierto es que nació precisamente en el mismo sitio en el que arranca la novela: en el interior de un metro. Como siempre, yo iba leyendo y de pronto levanté la cabeza y me di cuenta que no era la única que lo hacía (siempre me produce un placer especial cuando alguien viaja con un compañero). Fue en ese momento cuando pensé qué se le pasaría por la cabeza a una persona que se deja olvidado su libro en el transporte público.

La chispa acababa de prender. De pronto, imaginé a una chica joven sentada y aburrida, un libro y a un chico que leía un libro y lo perdía. Todo nació así, como un rayo. No es la primera vez que me ocurre y me gustaría compartir con vosotros otras experiencias. No es que la Musa te susurre, o al menos, no exactamente. Es como si la luz apareciera, como si de pronto lo llenase todo. Es una sensación fantástica y al menos, que recuerde en este instante, me ha pasado dos veces más.

Como ya sabéis, al menos los que me leéis de manera semanal, actualmente estoy escribiendo una novela muy diferente a la primera que he publicado. En la que ahora mismo ocupa mi pensamiento, todo es mucho más realista. De hecho, estoy aprendiendo mucho de ella porque estoy saliendo de mi zona de confort. Estoy aprendiendo y me estoy ilusionando. Pues bien, en este caso fue el café el culpable de su creación. Yo pensaba en la mejor forma de estar en contacto con los amigos. «Estaría genial tomar un café con ellos todos las semanas y ponernos al día», pensé. 

No tenía intención de escribir nada nuevo (estaba novelizando Programa Lázaro, el relato con el que gané el Concurso Cristal Oscuro en 2015) pero la idea me sedujo. Ya no estaba en Profecía o en los suburbios, mi mente se había trasladado hasta una céntrica cafetería de Madrid a la que acudí hace unos meses con mi amiga, prologuista y escritora Paula de Vera. Pero no éramos nosotras, eran tres chicas que se conocían desde que tenían cuatro años y que a los 35 seguían viéndose. Eran diferentes, pero complementarias. Esta es la historia que a día de hoy tengo entre manos y que desde aquel café ha evolucionado tanto.

La tercera vez que la inspiración me golpeó fue dando uno de mis adorados paseos (tras las visitas familiares los retomaré, me dan la vida y me ayudan a despejar la mente) cuando de pronto pasé frente a una casa abandonada a la que no suelo prestar mucha atención. Ese día, por casualidad, levanté la vista y vi una escalera muy antigua y un tanto siniestra que parecía dirigirse a un patio sucio y descuidado. Imaginarse a un asesino guardando allí los cadáveres de sus víctimas fue lo primero que se me vino a la mente y, pese a mis esfuerzos por huir de otra historia nueva, mi imaginación empezó a correr a toda velocidad. No escribo novelas negras, no creo que pudiera escribir una así. Sin embargo, la semilla ya está en mi interior y no creo que pueda dejarla pasar.


Así que ya tengo otra idea. 
Espero que lleguen muchas más.

¡Feliz día, soñadores!

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